Tres expertos abordan los pilares de la construcción sostenible, conoce más a fondo esta filosofía en sintonía con su entorno.
La tendencia hacia la sostenibilidad, el respeto medioambiental y un modo de vida más saludable y en contacto con la naturaleza ha dado lugar a una serie de términos que incluyen el prefijo bio o eco en su estructura. Pero, ¿sabemos realmente qué es la bioconstrucción o, como algunos prefieren denominarla, la construcción sostenible? ¿Qué aspectos abarca? ¿Qué materiales son los ideales? Hemos pedido a tres expertos que nos den su visión de lo que, en ocasiones, no es más que una vuelta a la manera de hacer de generaciones anteriores, aunque con un enfoque más consciente y concienciado. Salud, impacto ambiental y responsabilidad son los tres pilares sobre los que se apoyan los cimientos de una tendencia constructiva al alza, avalada por sus múltiples ventajas a todos los niveles y que tiene en el desconocimiento del público su mayor barrera.
Expertos consultados:
Pablo Monzó, ingeniero de edificación y socio cofundador de Okambuva.coop
Sofía Iglesias, arquitecta técnica, máster en diseño de interiores y bioconstrucción
Ander Echebarría, director técnico comercial de 100×100 Madera.
Una vivienda saludable. “Las casas actuales contienen a menudo elementos nocivos para la salud. Los podemos encontrar, por ejemplo, en las pinturas y los barnices derivados del petróleo, que emiten elementos volátiles tóxicos como xileno, cetonas, tolueno, etc. Además, también se encuentran en materiales como el PVC, aislamientos altamente tóxicos como la lana de roca, sobre todo en su fabricación y en su combustión”, explica Ander Echebarría, para añadir que “una construcción sana debe comportarse como un ser vivo: ha de transpirar, no acumular gases tóxicos ni radiaciones naturales y artificiales, ni tampoco realizar emisiones tóxicas”.
De hecho, son bastantes los puntos destinados a responder a estas necesidades que encontramos entre las “25 reglas de la bioconstrucción que en su momento editó elInstituto de Baubiologie de Neubeuern y que –según cuenta Sofía Iglesias– son un claro manifiesto”. El empleo de materiales inodoros o de olor agradable que no emitan sustancias tóxicas, así como los de baja radioactividad se sitúa a la cabeza de esta relación, junto con aspectos como la buena calidad del aire ambiental gracias a una frecuente renovación, la ausencia de campos electromagnéticos y ondas de radio en expansión o la reducción de la presencia de hongos, bacterias, polvo y alérgenos.
Geobiología. Mención aparte merece en este sentido un aspecto a menudo desconocido y que, según cuenta Ander, “tiene una influencia en la salud tan directa como la alimentación o el ejercicio físico”. Se trata de la geobiología, y es que existen zonas que registran radiaciones –tanto de origen natural como artificial– en cantidades nocivas para el ser humano, lo que se denomina geopatías o zonas geopatógenas. “En no pocas ocasiones, permanecer en esas zonas muchas horas al día es el origen de numerosas patologías, tanto físicas como psicológicas, ya que estas radiaciones tienen efectos acumulativos y solo se pueden identificar y evaluar con aparatos de medición especializados y técnicas de prospección bioenergéticas. Su adecuada detección permite cuantificar el nivel de riesgo y las medidas que hay que adoptar para evitar su influencia, con lo que podemos convertir nuestro hogar en una fuente de salud y descanso”, concluye el experto.
Materiales sostenibles. Desde un punto de vista constructivo, esto se traduce en la elección de materiales a menudo diferentes a los empleados en la construcción convencional. “Cada necesidad se estudia en particular y para ello se buscan los materiales que den mejor respuesta y estén más a mano. Depende mucho del lugar donde se esté construyendo”, dice Sofía.
La variedad de materiales que se pueden emplear en este tipo de construcción es muy amplia, asegura Pablo Monzó, quien apunta unos cuantos: “Se puede sustituir el armado de acero corrugado por fibra de vidrio para así poder utilizar hormigones de cal en vez de cemento. También láminas impermeables tipo EPDM en vez de las láminas bituminosas usuales, con menor consumo energético en su fabricación y más duraderas y reciclables. O sustituir el bloque de hormigón, el ladrillo y cualquier tipo de fachada que se tenga que hacer, por bloques estructurales de cáñamo que son ya por sí mismos aislantes y autoportantes, al igual que las balas de paja, con un uso muy documentado y extendido en países de Europa como Alemania, Austria, Inglaterra y España. También se aprecia una tendencia a recuperar técnicas con ladrillo macizo –para eliminar así el acero de nuestros hogares– y volver a la madera en la medida de lo posible, sobre todo en los forjados de las viviendas. En Okambuva siempre ejecutamos toda la estructura con madera, ya sea con entramados ligeros de madera y balas de paja como muro de carga o con estructuras independientes con encajes tradicionales”.
“Los materiales utilizados en bioconstrucción son valorados en función de su ciclo de vida, es decir, desde su extracción hasta la transformación, manipulación, uso, reciclaje y reintegración en la naturaleza. Procuramos que el material sea lo menos contaminante posible en todos sus variados impactos medioambientales, usos de los recursos, toxicidad, emisión de CO2, acidificación, etc…”, añade Ander Echebarría, que apunta la madera o los aislantes naturales, como la celulosa, la fibra de madera, el corcho o incluso la lana de oveja, como algunos de los más empleados.
Más eficientes. La eficiencia energética es otro de los puntos clave de la bioconstrucción. “Sin tener que incrementar necesariamente la inversión inicial en su construcción, una vivienda bioclimática puede ahorrar un porcentaje elevado de energía, tanto para calentamiento como para refrigeración, aprovechando por vías pasivas y con mecanismos puramente arquitectónicos la energía que nos ofrece la naturaleza”, asegura al respecto Ander Echebarría.
Se debe tener en cuenta que hay que limitar las pérdidas energéticas de la construcción mediante una correcta organización de los espacios interiores. Además, optimizar las aportaciones solares mediante superficies acristaladas y con la utilización de sistemas pasivos para la captación del calor solar, así como emplear materiales constructivos que requieran poca energía en su transformación o para su fabricación, son otras de las soluciones.
Sofía Iglesias enumera algunos de los puntos recogidos en el mencionado manifiesto sobre bioconstrucción tales como “la regulación natural de la humedad atmosférica interior mediante el uso de materiales higroscópicos, la proporción equilibrada de aislamiento térmico y
acumulación de calor, una calefacción radiante o la minimización del consumo de
energía aprovechando al máximo fuentes de energía renovables”.
El agua, un bien escaso. Y en consecuencia preciado, por lo que una adecuada gestión de su consumo y recuperación constituye otro aspecto que hay que tener en cuenta en la construcción de viviendas sostenibles. “El agua de lluvia es mejor que el agua potable para las plantas, para la lavadora y para las tareas de limpieza en general, ya que no contiene cal”, asegura Ander Echebarría, quien respalda su afirmación con un dato muy práctico: “Si aprovecháramos el agua de lluvia, podríamos ahorrar más de un 50% del importe de nuestra factura de agua”.
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Esta cifra puede optimizarse aún más mediante el reciclado de aguas grises (provenientes del lavabo, la ducha y la lavadora), o de las aguas negras (las que proceden del inodoro y el fregadero). “El tratamiento de los tres tipos de agua (agua potable, agua reciclable y agua reciclada) es diferente y por tanto requieren circuitos hidráulicos separados, que idealmente deberían instalarse cuando la vivienda está en proceso de construcción”, explica Ander. “Las biodepuradoras individuales de aguas residuales tienen muchas ventajas en relación a la canalización centralizada, ya que se trata de una alternativa ecológica, limpia y rentable a las tradicionales fosas sépticas y sistemas de oxidación total. Todo lo que queda al final del proceso es agua limpia y compost”.
Una tendencia al alza. En vista de la gran cantidad de ventajas prácticas que aporta la bioconstrucción, resulta sorprendente que no esté más extendida, aunque sí parece que gana posiciones día a día. “La gente está empezando a preocuparse por los materiales que introduce en sus casas. Se va entendiendo que la vivienda debe respirar y estar bien aislada. Justamente ese es el enfoque de esta manera de construir y por eso es posible que esté suscitando tanto interés en los últimos tiempos”, reflexiona Pablo Monzó.
“Cada vez es mayor el interés en cuestiones relacionadas con la bioconstrucción, tanto desde el punto de vista de profesionales que están formándose –proyectistas, técnicos, albañiles, electricistas, etc–, como por parte del público en general”, apunta Sofía Iglesias.
El factor económico. ¿Es más caro disfrutar de una vivienda sostenible o realizada según criterios de bioconstrucción? “El precio de una vivienda no depende exclusivamente de que para construirla se tengan en cuenta o no los principios de bioconstrucción. Existen materiales convencionales que son mucho más caros que otros utilizados en bioconstrucción y viceversa. Todo depende de los deseos y necesidades del cliente”, dice Sofía Iglesias.
“Pese a que las empresas suministradoras reducen lo que pueden los precios por un interés común de introducir alternativas a un sector que necesita remodelarse por completo, puede ocurrir que la inversión inicial sea mayor por los materiales utilizados o la especialización del trabajo, pero el gasto a largo plazo se reduce drásticamente. Se trata de gastar lo necesario, pero de una vez y con conciencia de las ventajas que se obtienen, sabiendo que se trata de una inversión para ser menos dependientes energéticamente o de gastos fijos en cuestiones como la climatización”, afirma Pablo Monzó.
“Con ahorros que pueden llegar hasta el 90% si se aplican criterios bioclimáticos y propios de una casa pasiva, la cuestión no es si se trata de materiales más caros, sino de lo económicos que resultarán una vez amortizados, en un plazo de entre 5 y 7 años de media”, concluye Ander Echebarría.
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